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NI JARA NI LA IGLESIA NI LA FIFA

admin el 25-06-2015, visto 1068 veces 0
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En el fútbol y en el deporte en general, no hay nada mejor que la victoria. Pone a los deportistas en un sitial de privilegio; un país está en la vitrina mundial, los ciudadanos enfrentan la cotidianeidad de manera diferente, con ilusión, con alegría con entusiasmo.

Tras el paso de la selección nuestra en la Copa América a semifinales, ese es el ambiente, el sentir, el ánimo y la disposición. El hincha está contento y ya sueña con alcanzar esa meta que ha sido esquiva sempiternamente para el balompié nacional.

Mirando siempre las dos caras de la moneda, me parece que el análisis debe ser más fino, con un filtro mayor que el que hace el común asiduo al tablón. Lo ocurrido frente a Uruguay, sin duda que alegra, pero una vez más tenemos que lamentar situaciones antideportivas que no solo empañan un triunfo legítimo, sino que también ensombrecen la cultura de un país.

El buscar la exasperación del rival, la reacción violenta del contrario a partir de manoseos de las partes íntimas de un deportista me parece de baja estofa y más aún, cuando se trata de un acto repetitivo; fue le mismo, el que en actitud similar, hizo sacar de sus casillas a otro charrúa, Suárez, en una competencia anterior, buscando y logrando el objetivo a través de esta “viveza criolla” o “chispeza” como le llaman ahora.

No, no me parece, no me gusta, no estoy de acuerdo y lo reprobaré por siempre. Nos hemos querido pasar de listos en innúmeras ocasiones con las lamentables consecuencias que aún perduran: la adulteración de pasaportes de la selección que fue a Paysandú y el corte de Roberto Rojas para las eliminatorias del mundial de Italia ’90, entre otras,  aún nos pesan y no nos dieron ningún reconocimiento positivo en el orbe deportivo mundial, muy por el contrario.

Se podrán esgrimir muchos argumentos: que los uruguayos nos molieron a patadas, que el árbitro brasileño no tuvo la energía necesaria para detener el juego brusco, que la actitud rioplatense una vez más se puso en práctica para obtener dividendos a costa de nuestra supuesta ingenuidad deportiva, bien, pero nada justifica acciones como las vividas en el recinto de Ñuñoa.

Otros podrán decir, como lo escuché, las consabidas frases cliché de que los que no están de acuerdo “vayan a llorar a la iglesia” o bien “a reclamar a la Fifa”, les respeto, pero no, por ningún motivo, algunos sacerdotes ya bastantes problemas tienen para intentar explicar acciones similares a las del futbolista chileno y los dirigentes del ente rector del fútbol mundial también están muy ocupados en buscar argumentos que convenzan a los oficiales del FBI de que han tenido un actuar recto en la dirigencia y manejo del deporte rey.

En una fiesta, no solo de fútbol, sino que de cultura, de hermandad, de sana competencia, la moral y la ética también debieran vestirse de corto para estar presente ante los ojos de todo el mundo.